Hoy os adelanto el prólogo que llevará el libro que estoy preparando, con el manuscrito de de la Revolución Mexicana, que escribió mi abuelo Fernando, y uno de los motivos que le costó la vida.
Prologo
Este manuscrito, de la Revolución Mexicana, escrito a vuelapluma, de un tirón y sin correcciones, sobre la obra final publicada, evidencia algunas cosas, sobre las que reflexionar, sobre la figura desconocida de Fernando Garcia Álvarez.
Por una parte evidencia su erudición, su capacidad de recuerdo, y su capacidad para transmitir, su capacidad de análisis de los hechos, y su conocimiento en primer persona de lo relatado.
No es la visión de un historiador clásico, es la de un analista político, de un tertuliano político adelantado a su tiempo, un "opinador".
Capaz de analizar con rigor crítico, y de opinar, de disentir o de afirmar sobre aquello que conoció y de dar una valoración imparcial de los hechos acaecidos, y como reza el subtítulo de este manuscrito, de opinar sobre las causas que dan lugar, a los acontecimientos relatados, valorando los aciertos y errores que a su juicio acontecieron.
Es un analista de los hechos, y de las causa de estos hechos, que finalmente determinan acontecimientos, con los que aun siendo capaz de explicarlos con rigor y con a acierto, no siempre está de acuerdo.
Nos presenta en sus opiniones y valoraciones, un Fernando, al que conoceremos más a fondo, y que no se corresponde, al ciento por ciento, con la visión que algunos tenían de él.
Además este manuscrito permitirá, a quien lo vea, apreciar el estado anímico exacto que tenía en el momento preciso de cada frase y de cada opinión.
Una cierta urgencia en contar lo que quería, con apenas rectificaciones ni enmiendas, hace que use las cuartillas que tiene a mano, de dos clases, y algunas con anotaciones al dorso, albaranes improvisados, o incluso seis páginas del final del capítulo XVII y del principio del XVIII de otro libro, sobre nuestra guerra civil, en consonancia con lo publicado en artículos de opinión en el Cantábrico de Santander o en el Heraldo de Madrid .
Esto es lo que queda de su extensa obra, pues el resto fue destruido.
Una gran parte a causa del dolor, el miedo, el terror y la ira, traducidas en horas de fuego, que se tragaron una vida entera.
Por un capricho del destino, éste, preservó casualmente este manuscrito. Actualmente, la única obra que hasta esta fecha sepamos, publicada y catalogada. Con ejemplares, tanto en la Biblioteca Nacional de España, como en los fondos bibliográficos del Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca.
Otra parte de su obra, como la monumental "Alma de Asturias", y que como a muchos vencidos, le fue robada impúdicamente por quien, depositario como censor de ese manuscrito, lo publicó como propio y con otro título parecido. Eso sí, desfigurada y actualizada con continuos guiños falangistas del que, de victima izquierdista, pasa a ser en sus posteriores escritos, un destacado historiador etnográfico franquista que claramente reniega de su pasado, entre otras cosas, como censor socialista, y en sus escritos, olvida de manera deliberada toda la parte de su pasado vinculada a su conexión con Pendueles, donde se refugia un tiempo y a la figura de su amigo Fernando.
Otro caso parecido, está, en la “coincidencia“ de que cuarenta años después de que Fernando presentase su obra teatral:·” Y los Cíclopes salieron de las entrañas de la tierra para asaltar el cielo”, se presente, por parte de uno de los grandes grupos de teatro asturiano, una obra de teatro, que “de manera casual y fruto de mucha investigación” por su parte, según ellos, casualmente, y reiterándome que sin inspiración externa alguna y desafiando a cualquier cálculo de probabilidades, tiene, al menos, un título exactamente idéntico. Claro no sabemos si el libreto, desconocido aun hasta este momento, éste, también es fruto de la misma casualidad.
Pero también, quiero reivindicar sentimientos, dolor y memoria contenida, vivencias y recuerdos.
Quisiera que la memoria de Fernando, mi abuelo, resurja nuevamente, pues además de reivindicar su obra, quisiera que su asesinato, un 26 de Octubre de 1937, no sea olvidado.
Quisiera dedicar esta publicación, también a María, mi abuela y que se le dé el reconocimiento merece.
No quisiera olvidar a esa joven que dio su vida por su familia y por ayudar a los demás sin pensar en las consecuencias.
Que fuera también, reconocimiento de su dolor, de su rabia contenida, cuando el salvoconducto de visita, se tornó en vacío, baldío e hiriente. Trasluz de la inhumanidad de quienes lo expidieron.
Usurpadores de la democracia, la libertad, la fraternidad entre las gentes, y las vidas ajenas.
La ilusión amarga por ver encarcelado al ser querido. Ilusión contenida en un pequeño papel ped ido al mal. Transformado en dolor y rabia. Papel roto como la esperanza perdida.
El dolo del engaño. La falta del despido, del adiós. El vacío. Una habitación sin él.
La tarde triste. Los estallidos lejanos. La ilusión sesgada. El camino sin esperanza, en vano recorrido. El engaño. La burla, el desconsuelo.
Todas estas sensaciones debió de sentir seguramente María cuando esa tarde, tuvo que romper el salvoconducto de visita, otorgado por un mal juez, que sabía lo inútil este.
Yo no sé si este juez, militar por supuesto, río al escribir el salvoconducto para una viuda en vez de una esposa. No se si no le era suficiente con ordenar ese día el asesinato, que tuvo que sumar a este, la burla a sus seres queridos.
Lo sacaron a escondidas en un camión, como a otros, sin previo aviso. Sin que pudiera despedirse. Añadiendo al dolor de la condena injusta, la soledad del final impuesta.
Aquella tarde, el confesor, el cura de su cruzada iredentora, ante Fernando adjuró de ella, comprobó que de parte del mal estaba.
La frase, ¡arrepiente de pecador! Que tantas veces había proclamado, no era para Fernando, era para los que le mataban. Era para él, que como judas arrepentido, aquella tarde renegó de su pasado.
Los asesinos salva patrias, en su maldad, no usaban " el tiro de gracia". Esos rojos, no lo merecían. ¡Vivos o muertos, enterrados!
Fernando, no logró escapar a su destino, pero se resistió a morir a la primera.
La triste tarde, la rabia contenida. Vociferantes fascistas reparan su cobardía.
Fernando, como pocos, hasta su muerte hace distinta. Es a la segunda.
Pero como dicen en el final de algún relato, “esa es otra historia”, o historias, que deben ser contadas aparte, algún día.
Felipe J. López Garcia
Noviembre de 2015